jueves, 6 de febrero de 2014

Lincoln, progresía y burguesía

Hoy he visto Lincoln, de Steven Spielberg. Una buena película para mi opinión, con ese toque posmoderno y esa increíble puesta en escena que nos introduce de lleno en la época. ¿Un partido republicano progresista? ¿Los conservadores republicanos votando la abolición de la esclavitud? Ese cóctel empeora si le añadimos aquella carta que Karl Marx enviara a Abraham Lincoln felicitándole por su reelección.

Si volvemos a la oración fúnebre de Lincoln por la batalla de Gettysburg, donde reclama que la democracia debe ser el "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" encontramos una de las bases que ha legitimado el sistema político burgués, que se ata inextricablemente al sistema económico capitalista: la democracia representativa. ¿Qué entendía Lincoln por pueblo?

Seguramente no lo mismo que Lenin, Perón o Chávez... tal vez su idea se acercara más a la idea de Cánovas del Castillo o a los revolucionarios jacobinos. ¿Se refería al pueblo soberano o al pueblo propietario? ¿Propietario de qué?

De esclavos no. Lincoln, ya sea para ganar la guerra, para apoyar la formación del capitalismo en los Estados Unidos, o por conciencia, rechazó el mantenimiento de la esclavitud y la abolió en su forma más radical (esto es, sin indemnización). En una nación prometedora e industrializante, la esclavitud era un impedimento para progresar. Pero Lincoln entendió que "democracia" y "abolicionismo" eran conceptos progresistas.

También así lo entendió Marx, y así se apoyaron mutuamente. Marx, porque estas acciones legitimaban los procesos arrancados por la Primera Internacional; Lincoln, porque la clase obrera británica había sido un aliado determinante durante la Guerra de Secesión.

¿Qué es de izquierdas y qué no? Con este nudo gordiano de progresismo, burguesía, democracia y socialismo, es difícil saber qué lo es y qué no. O tal vez el problema sea la clasificación ideológica impuesta por la Revolución Francesa. El verdadero asunto, creo, es que podamos ser progresistas en las cuestiones que nos ayuden a construir el socialismo (lo que no quita, como ha dicho recientemente Alba Rico, que debamos querer conservar algunos factores de la actual sociedad), y nuestro método para ello debe ser una democracia radicalmente participativa.

La dicotomía izquierda-derecha puede ejercer, ante la sociedad y ante nuestro accionar, como un ancla flotante que lleve a pique el barco de la transformación socioeconómica del mundo. Es la hora de los pueblos, de los de abajo: Democracia y Socialismo.

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