Decía Indro Montanelli que lo sorprendente de la Historia de Roma no es que fuesen hombres diferentes a nosotros quienes la hicieron: eran hombres (y mujeres, añado) semejantes.
Podríamos decir, en analogía, que lo sorprendente de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial no es que la provocasen personas diferentes a nosotros, sino personas iguales que nosotros.
¿Veis a dónde quiero llegar? Lo importante es que el cambio que queramos a hacer no lo hará gente diferente a nosotras: lo haremos nosotras mismas.
Si ellas pudieron, nosotras también Podemos.
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